Brasil cedió a China infraestructuras eléctricas, cuotas de mercado e incluso su producción agrícola

 

Cuando el presidente Lula se reunió con Xi Jinping en Beijing el 14 de abril, acompañado de una nutrida delegación de empresarios, políticos e incluso sindicalistas, el Gobierno brasileño celebró la visita como el inicio de un cambio de época en las relaciones con China, tras la era Bolsonaro. En esa ocasión, los dos dos presidentes firmaron 15 acuerdos de cooperación.

Más allá de los temas genéricos anunciados en la ceremonia de la firma, como el “Memorando de Entendimiento para la Promoción de la Inversión y la Cooperación Industrial” y el “Memorando de Entendimiento sobre la Mejora de la Cooperación para la Inversión en la Economía Digital”, los detalles de esos acuerdos nunca fueron revelados. El tono siguió siendo genérico incluso en relación con la posible – y discutida – adhesión de Brasil a la llamada Nueva Ruta de la Seda. Al menos en la narrativa propuesta al gran público quedó en segundo plano, por temor de Brasil tal vez molestar a Washington. “Brasil y China han expresado su interés en profundizar las sinergias entre las políticas de desarrollo y los programas de inversión de Brasil, incluidos los esfuerzos de integración sudamericana, y las políticas de desarrollo y las iniciativas internacionales de China, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta”, dijeron Lula y Xi en su declaración conjunta.

Sin embargo, ocho meses después, de hecho, Brasil parece haber abrazado plenamente la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), como demuestran una serie de iniciativas que han suscitado controversia y debate público. La BRI, introducida en 2013, ha sido hasta ahora la principal estrategia de política exterior de Pekín, que utiliza sus empresas estatales para financiar redes de infraestructuras en el extranjero sólo en función de su agenda política y económica. El objetivo de China es lograr el liderazgo mundial. En 2015, Xi complementó la BRI con la Ruta de la Seda Digital (DSR en inglés) centrada en infraestructuras como las telecomunicaciones, el comercio electrónico y las tecnologías digitales para mostrar cómo la conquista del mundo por parte de China avanzaba realmente a 360 grados. Pero la BRI ha desatado críticas en todo el mundo y muchos países la han rechazado o se han echado atrás en el último momento, como ocurrió recientemente con Italia. China, que, recordemos, está gobernada por un régimen dictatorial, utiliza la BRI para ampliar su monopolio, crear dependencia política y aprovecharse de los recursos de los países que se han adherido al programa. El mayor peligro es la amenaza al llamado Golden Power, es decir, la capacidad y voluntad de un Estado de proteger activos que considera estratégicos para su seguridad nacional, como por ejemplo sus infraestructuras eléctricas.

Por eso fue un terremoto que, a mediados de diciembre, el gigante energético chino State Grid ganara la mayor subasta de la historia de Brasil para las redes de transmisión del país, con un valor total de inversión de 21.700 millones de reales, es decir 4.472 millones de dólares. Así, la principal empresa energética estatal china, que cubre el 88% del territorio del país asiático, construirá 1.468 kilómetros de líneas en 72 meses, incluida una línea de extra-alta tensión de 800 kV CC, en los estados norteños de Maranhão, Tocantins y Goiás. Según informa el sitio de noticias económicas Brazil Journal, los demás participantes se quejaron y acusaron a la Agencia Nacional de Energía Eléctrica (ANEEL) de favoritismo hacia State Grid. “El lote 1, el mayor de los tres puestos a la venta, se diseñó para que lo ganaran los chinos”, dijo un inversor que sigue el sector al Brazil Journal. “Las bases de la licitación imponían un tipo de tecnología y el único proveedor de esta tecnología en Brasil son empresas chinas”. Se trata de un sistema de corriente continua conocido como HVDC (corriente continua de alta tensión). “Pero el sistema elegido por ANEEL era una tecnología HVDC antigua, que ya casi no se utiliza en nuevos proyectos de transmisión y que sólo usan los chinos”, explicó el inversor.

Líneas eléctricas y turbinas eólicas en una estación de almacenamiento y transmisión de energía eólica y solar de State Grid Corporation of China, en Zhangjiakou, provincia de Hebei, China (REUTERS/Jason Lee/Archivo)

State Grid fue la primera empresa china en penetrar en el mercado energético de Brasil a partir de 2010, cuando compró siete plantas de transmisión por 989 millones de dólares. La estatal de Pekín adquirió así el derecho durante 30 años a explotar los servicios de transmisión de electricidad en el sureste de Brasil y suministrar energía a Brasilia y San Pablo. En 2012 el gigante chino compró los activos brasileños de la empresa española ACS, y más tarde adquirió la empresa brasileña CPFL. En 2015, State Grid se adjudicó también la línea de transmisión eléctrica que conecta la central hidroeléctrica de Belo Monte, en Pará, con el sur del país. Esta red se extiende por cinco estados a lo largo de unos 2.539 km y costó 9.000 millones de reales, unos 1.855 millones de dólares. En total, State Grid es propietaria de más de 16.000 kilómetros de líneas de transmisión en Brasil, ya sea en asociación con otras empresas o por su cuenta. Posee casi 30.000 torres de transmisión distribuidas en 13 estados brasileños, con inversiones por valor de 28.000 millones de reales, 5.770 millones de dólares.

kch