Carencia Infraestructura de Transmisión & desperdicio de energía renovable.

El crecimiento vertiginoso de las energías renovables impulsado por la búsqueda de la seguridad energética y la descarbonización ha desatado un desafío notable: los vertidos de parte de la producción de energía limpia ante la incapacidad de una red eléctrica que no está preparada para transferir la energía generada entre el origen y el destino.

«Existe una relación directa entre la restricción de las energías renovables causada por la congestión de la red y la falta de avances en el despliegue de la capacidad de transmisión y distribución», señala la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés en el informe «Electricity grids and secure Energy Transitions«, donde se analiza el embotellamiento de las redes y la necesidad de ampliarlas y modernizarlas).

Este organismo constata que el desperdicio de energía renovable es un problema cada vez más relevante en el sector energético. Un desaprovechamiento que también obedece al lento desarrollo de las tecnologías de almacenamiento de energía pero que, para ser evitado, requiere de una modernización de la infraestructura de transmisión y distribución de energía eléctrica que facilite el transporte de la energía desde zonas dotadas para la producción renovable que suelen estar alejadas de los centros de consumo.

«Aunque algunas soluciones complementarias, como el almacenamiento de electricidad mediante la carga flexible de vehículos eléctricos, pueden ser beneficiosas, la inversión en redes será esencial en muchos casos para liberar todo el potencial de los recursos renovables», señala la IEA.

Gran parte las actuales infraestructuras de redes se planificaron hace décadas, cuando la naturaleza de nuestro sistema energético era muy diferente y la penetración de las energías renovables era muy baja. En aquel entonces, el sistema dependía de enormes centrales eléctricas centralizadas que suministraban cientos de megavatios, canalizándose esa energía por las redes de transmisión y distribución hasta llegar al usuario final.

En la actualidad, la expansión de las tecnologías renovables ha descentralizado la generación de energía, dispersando numerosos generadores de menor escala en lugares remotos repartidos por todo el territorio que requieren nuevas instalaciones y capacidades para que la energía sea transportada y distribuida. Se trata de un fenómeno que va más allá de los parques solares y eólicos, ya que incluye la proliferación de paneles solares en techos de edificios, vehículos eléctricos que pueden inyectar energía a la red y un aumento en la electrificación de los sistemas de calefacción. Además, ahora, muchos consumidores cuentan con contadores inteligentes que les permiten ajustar su consumo eléctrico según la demanda y los precios.

Sin embargo, la capacidad de unas viejas infraestructuras, creadas en su mayoría en el siglo XX, para integrar las nuevas energías y activos descentralizados es muy limitada. De hecho, hoy en día, la mayoría de los cortes de suministro se deben a que la red es inadecuada.

Asimismo, el brazo energético de la OCDE señala que el problema de falta de adaptación de las infraestructuras se ha traducido en un aumento de los vertidos de energía renovable que, en diez mercados que representan el 55% de la generación mundial, rondaron los 40 TWh, equivalentes a la demanda anual de electricidad de Nueva Zelanda.

En el caso de España, en el último año, los vertidos de energía solar y eólica se han multiplicado por más de diez, pasando de 67 GWh en 2021 a 715 GWh en 2022. Estos vertidos representan un coste significativo para el sistema eléctrico, de aproximadamente 1.300 millones de euros, lo que se traduce en alrededor de 68 euros por hogar, según la consultora Aurora Energy.

La AIE advierte de que «no conectar adecuadamente los nuevos segmentos de la demanda de electricidad podría aumentar la congestión de la red y los vertidos de las energías renovables, además de requerir una capacidad de reserva adicional, lo que a su vez encarecería las transiciones energéticas», explica la IEA.

Los vertidos de renovables por la congestión de la red suelen implicar, además, el uso de centrales térmicas más caras e intensivas en carbono, lo que realimenta la pérdida de valor de los recursos renovables.

«La congestión de la red aumenta los costes de explotación y los vertidos de las renovables», concluye el informe de la AIE para añadir que las restricciones de la red rompen el principio básico de minimización de costes por el que deberían utilizarse primero las energías con costes de generación más baratos.

En un momento en el que la descarbonización de las economías es una prioridad y con una apuesta decidida por nuevas fórmulas que reduzcan la dependencia energética de terceros países, la renovación y ampliación de las redes de transporte y distribución eléctrica son una absoluta prioridad.

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