Las redes eléctricas del sector eléctrico chileno enfrenta en 2025 uno de sus desafíos más complejos: el crecimiento sostenido de la demanda urbana y la irrupción de nuevos hábitos tecnológicos, que están transformando radicalmente el consumo y exigiendo una expansión significativa y acelerada de las redes eléctricas, además de su digitalización integral. Esta transformación posee múltiples dimensiones, desde lo técnico hasta lo regulatorio y social, y obliga a repensar el diseño, capacidad y resiliencia de la infraestructura energética del país.
Urbanización, tecnología y nuevas curvas de demanda
Chile es un país crecientemente urbano; más del 85% de la población reside en ciudades, y la Región Metropolitana concentra la mayor parte del consumo eléctrico. Pero más allá de la expansión demográfica, está incidiendo un cambio de fondo en el patrón de consumo debido a la digitalización del hogar y el crecimiento acelerado de industrias como los centros de datos, la electromovilidad, el comercio electrónico y la infraestructura de telecomunicaciones.
Ejemplo paradigmático es el sector de data centers, que cuadruplicará su demanda eléctrica al 2030, aumentando de los actuales 325 MW (2025) a más de 1.200 MW proyectados, principalmente en la Región Metropolitana. Esta cifra representa aproximadamente el 10% de la demanda nacional para finales de la década, sumándose al crecimiento habitual del consumo urbano e industrial. Más allá de estos grandes usuarios, la masificación de electrodomésticos inteligentes, cargadores de vehículos eléctricos, internet de las cosas (IoT) y el teletrabajo están alterando las “curvas” horarias y los picos de consumo, forzando cambios en la forma en que se planifica la red y en la gestión de la energía diurna y nocturna.
Expansión y modernización de la infraestructura (redes eléctricas)
El crecimiento sostenido del consumo exige inversiones masivas y coordinadas para ampliar subestaciones, construir nuevas líneas de transmisión y reforzar la red de distribución, especialmente en zonas periféricas urbanas donde la presión demográfica es mayor. En lo que va de 2025, se han incorporado más de 345 MW en nuevos proyectos energéticos orientados a responder tanto a la electrificación residencial como a la integración industrial de las tecnologías renovables.
La Comisión Nacional de Energía y el Coordinador Eléctrico Nacional han advertido sobre cuellos de botella en ciertas zonas metropolitanas, donde el ritmo de expansión tecnológica supera la capacidad de procesamiento y transporte tradicional de la red. Proyectos aprobados y por ejecutar suman inversiones por más de 2.900 millones de dólares en nuevos data centers e infraestructuras asociadas, lo que plantea exigencias inéditas en tiempos y estándares técnicos para la expansión del sistema.
Digitalización: el gran salto del sector eléctrico
Junto con expandir la capacidad física, las redes urbanas deben evolucionar hacia sistemas “inteligentes”, capaces de monitorear el consumo en tiempo real, predecir picos y fallas, y gestionar de manera flexible la integración masiva de fuentes distribuidas. La digitalización ofrece herramientas como sensores ubicuos, redes de comunicación bidireccionales, blockchain para trazabilidad energética y plataformas de gestión activa para consumidores y prosumidores.
Este salto cualitativo es indispensable si se pretende dar cabida, por ejemplo, al crecimiento sostenido de la electromovilidad urbana —donde Santiago lidera a nivel regional el número de buses eléctricos—, y para permitir la microgeneración solar y la gestión eficiente de la energía renovable, que en 2024 ya aporta más del 40% de la generación nacional.
Implicancias regulatorias y sociales
El nuevo paradigma implica desafíos regulatorios significativos: las empresas distribuidoras deben actualizar sus planes de inversión para incluir criterios de digitalización, resiliencia y calidad de servicio, mientras que los reguladores deben establecer incentivos y estándares ajustados al nuevo contexto. Por otra parte, la acelerada adopción tecnológica ha generado brechas de acceso y riesgos de exclusión en barrios periféricos y zonas rurales menos conectadas, agregando una dimensión social al debate sobre equidad energética y digital.
Las autoridades han promovido proyectos especiales para acelerar la convergencia digital y expandir redes de acceso, pero la coordinación público-privada y la planificación estratégica a largo plazo serán claves para evitar que la innovación beneficie sólo a ciertos segmentos y perpetúe disparidades en el acceso a la energía de calidad.
En mi opinión:
El impacto del crecimiento urbano y de los nuevos hábitos tecnológicos desafía la estructura misma del sistema eléctrico y exige una visión sistémica, dinámica y de largo plazo. La expansión y digitalización de las redes eléctricas no solo es una necesidad técnica, sino también estratégica para la sostenibilidad, la competitividad y el bienestar de las ciudades chilenas del siglo XXI. Un reto que, abordado con inteligencia y coordinación, permitirá a Chile mantener su liderazgo regional en transición energética y calidad de vida urbana.
Claudio Alarcón Arriagada
Abogado · Contador Auditor · Ingeniero en Información y Control de Gestión
Magíster en Gestión y Planificación Tributaria
Gerente General – Felval S.A:
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